Mi primer contacto con la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) o Empresarial (RSE) fue una campaña de recogida de ropa que se realizó en la empresa para la que entonces trabajaba. Luego tuve oportunidad de conocer otras iniciativas que enlazaban con una mayor implicación personal, como las actividades de voluntariado . Así fue como progresivamente me fui introduciendo en un mundo mucho más complejo de lo que imaginaba y en el que los conocimientos sobre economía y derecho me parecen hoy una base fundamental.
Cuando se habla de RSC, me viene a la mente un concepto dinámico y bidireccional entre la empresa y el entorno social, económico, cultural y medioambiental. Algunos ejemplos de esa relación nos resultan más evidentes por tratarse de grandes empresas como Coca-cola o Inditex. Una rápida búsqueda de ambas en internet junto al término RSC o RSE nos descubre algo más que refrescos y ropa. Pero otras menos populares incluidas PYMES también muestran inquietud por un desarrollo sostenible y una gestión que integra aspectos de la RSC.
Por lo pronto no es una obligación ¿o tal vez si?. Imaginemos una empresa X de la que somos clientes y descubrimos algún caso de corrupción o explotación laboral o utilización de materias primas de dudosa salubridad. Si muchos de nosotros dejáramos de consumir dichos productos, la empresa tendría que tomar cartas en el asunto rápidamente. Y no sólo eso, ciertos inversores retirarían su participación económica e incluso podría enfrentarse a multas de gobiernos o asociaciones del sector. Peores perspectivas se le plantearían si además trabaja con empresas socialmente responsables, ya que entre sus requisitos, tendrían muchos de RSC que satisfacer para entablar negocios y se vería sometida a la presión del mercado para no perder ni clientes ni competitividad. Todos estos ejemplos permiten ilustrar lo que se conoce como grupos de interés y por tanto, la empresa no puede tomarlos a la ligera bajo ningún concepto.
No es necesario ser una gran corporación para crear un código de criterios éticos a la hora de elegir un proveedor o gestionar nuestro impacto en el medioambiente. Inicialmente, es un problema de concienciación en el que tenemos que dar carpetazo a esa imagen superficial de las bondades de la RSC como elemento de marketing y publicidad resaltando las buenas acciones puntuales como organizar una recogida de alimentos o rehabilitar un espacio. Y comenzar a trabajar realmente en un proyecto más profundo. Pongo otro ejemplo, hemos visto aparecer un nuevo perfil de trabajador/a precario/a que aún cobrando un sueldo se ve en la necesidad de acudir a comedores sociales. Por tanto, esas acciones en que nos involucrados y con las que se genera un ambiente solidario y reconfortante dentro de la empresa, están muy bien, pero estarían mejor si los/as trabajadores/as que las llevan a cabo, no fueran potenciales usuarios de esos mismos servicios. No parece coherente.
¿Y esto también es RSC? Si. Es más, es difícil escapar a ella cuando comienzas a estudiarla y a identificar sus largos tentáculos a todos los niveles. Es una forma de gestionar la empresa y una generadora de cultura organizacional con impacto en las personas, el medioambiente y la economía.